Los manglares son un conjunto de aproximadamente 80 especies diferentes de árboles o grandes arbustos que crecen en zonas costeras de climas tropicales y subtropicales. Son plantas halófitas, es decir, tolerantes a la sal. Crecen especialmente bien en aguas salobres, donde confluyen masas de agua salada y dulce, y donde el sedimento tiene un alto contenido de lodo. Las enmarañadas raíces de los manglares crecen por encima y por debajo del suelo, formando densos matorrales que albergan una enorme variedad de plantas y animales.
Los suelos de los manglares están permanentemente anegados, son pobres en oxígeno y su salinidad cambia constantemente debido a que están alternativamente sumergidos y expuestos al aire cuando sube y baja la marea. Estas condiciones anaeróbicas y su lenta descomposición son también las que hacen de los manglares unos eficaces sumideros de carbono. Los manglares, que retienen hasta cuatro veces más carbono que los bosques terrestres y almacenan carbono no sólo en su biomasa, sino también en el suelo y los sedimentos, se cuentan entre los sumideros de carbono más eficaces del planeta.
Los manglares cubren sólo el 0,1% de la superficie terrestre del planeta. Sin embargo, estos "bosques azules", que se encuentran a lo largo de las costas de las regiones tropicales y subtropicales, proporcionan servicios ecosistémicos vitales para las personas y el planeta. Ofrecen un refugio para la biodiversidad, ayudan a mantener las condiciones climáticas que sustentan la vida en la Tierra y proporcionan protección, alimentos y medios de subsistencia a las comunidades costeras.
Para muchas comunidades costeras, los manglares son la primera línea de defensa contra las inundaciones, las tormentas y la erosión, protegiendo vidas y propiedades. Los manglares también son una fuente esencial de seguridad alimentaria para las comunidades y proporcionan medios de vida alternativos a través de recursos naturales como la madera, la leña, la miel y las medicinas tradicionales. Se calcula que el turismo de manglares representa una industria multimillonaria, que atrae entre decenas y cientos de millones de visitantes al año y ofrece un significado cultural único como lugares espirituales y destinos paisajísticos y terapéuticos.
Los manglares albergan 341 especies amenazadas y son hábitats vitales para la fauna terrestre y marina. Desde tigres de Bengala y monos hasta tortugas, delfines y dugongos, estos ecosistemas sustentan la anidación, la cría y la alimentación en toda la cadena alimentaria. También filtran el agua y reciclan los nutrientes, manteniendo los arrecifes de coral cercanos, las praderas marinas y la amplia red de vida costera.
El mundo se está dando cuenta de la necesidad de asegurar el futuro de este ecosistema extraordinariamente valioso. Definir los modelos de negocio para desbloquear capital para estos ecosistemas será fundamental para aprovechar este impulso.
La mayor superficie se encuentra en Indonesia, donde los manglares cubren casi 3 millones de hectáreas (30.000 km2), cerca del 20% del total mundial, seguida de Brasil, Australia, México y Nigeria.
Para obtener datos casi en tiempo real sobre los manglares del mundo, visite Global Mangrove Watch, unaplataforma gratuita y accesible de mapas y seguimiento utilizada por responsables políticos, inversores, investigadores y conservacionistas.
Esto se debe en gran medida a la degradación vinculada a productos básicos como el camarón y el aceite de palma, la expansión de las infraestructuras, la deforestación ilegal y la contaminación. Afortunadamente, los índices de pérdida se han ralentizado sustancialmente, con unas pérdidas netas anuales medias en la última década de 6.600 hectáreas (66km2) o el 0,04% de todos los manglares. Este ritmo decreciente de pérdida se debe sobre todo al aumento de la protección, el cambio de las prácticas industriales, la expansión de la rehabilitación y la restauración, y un mayor reconocimiento de los servicios ecosistémicos que prestan los manglares.
Los manglares siguen en peligro, amenazados por una combinación de impactos humanos directos, como la tala y la conversión, así como por impactos biofísicos naturales e inducidos por el cambio climático. Mientras que las ganancias naturales o la rehabilitación a gran escala han aumentado la cobertura de manglares en algunas partes del mundo, otras zonas, como el Sudeste Asiático, están experimentando una pérdida masiva de manglares antiguos. Más del 60% de las pérdidas registradas desde el año 2000 se deben al impacto humano directo. Fenómenos como la erosión, la subida del nivel del mar, las tormentas y las sequías también están provocando una pérdida significativa de manglares, que se ve agravada por el cambio climático y otros impactos humanos.
El planeta está sumido en una policrisis, enfrentado al colapso climático, la pérdida de biodiversidad, la creciente inseguridad alimentaria y la creciente inestabilidad geopolítica. Ahora, más que nunca, no podemos permitirnos perder los manglares.
La necesidad de actuar para proteger, restaurar y asegurar el futuro de estos ecosistemas cruciales es evidente. Pero para que esto sea posible, se necesitan urgentemente inversiones a gran escala, así como una colaboración eficaz entre las múltiples partes interesadas.